Investigación

“Para mí ser partera es poder salvaguardar la memoria de las ancestras”

Liceth Quiñones

Como una forma de proteger los saberes ancestrales de la partería negra del Pacífico, hace 33 años nació la Asociación de Parteras Unidas del Pacífico en Buenaventura, que actualmente atiende entre 4.500 y 5.000 partos al año. La siguiente es una conversación con Liceth Quiñones, coordinadora general de Asoparupa.

Al hablar de humanización del parto Liceth Quiñones prefiere hablar de la naturalidad de parir, de no dejar perder los saberes ancestrales, de no dejar que estos mueran con las personas mayores de su comunidad. Al contrario, se esfuerzan por pasar esos conocimientos de generación en generación, de hacer un relevo generacional. 

Liceth además de ser la coordinadora general de Asoparupa es partera. Su mamá Rosmilda Quiñones, que además es fundadora de la Asociación, fue quien le dio su legado en 2014. Es decir, fue quien le enseñó y la guío por todo ese camino. Eso no significa que haya dejado de ser aprendiz, pues hasta que Rosmilda deje de estar activa, Liceth pasará a tener su lugar social. 

Al proceso de Asociación de Parteras Unidas del Pacífico —que lleva 33 años y que empezó con 20 parteras, pero que actualmente cuenta con cerca  de 254— se suman elementos como el agua, el fuego, la tierra, las plantas medicinales, la música, el viche y la campana de pinard, objeto que se que se usa para escuchar los sonidos cardíacos fetales. El objetivo de Asoparupa no es otro distinto a preservar la vida, pero no solo de las mujeres que atienden, también preservar la vida y mejorar la calidad de vida de las parteras, de las  portadoras del saber. Su intención, es velar por su reconocimiento, por su reivindicación y la protección de su memoria ancestral.

JULIANA MATEUS: ¿Cómo Asoparupa ha apuntado a este objetivo?

LICETH QUIÑONES: Los encuentros permanentes han sido claves. Desde el momento en que se fundó, la Asociación ha reunido a las parteras cada ocho días. Ese espacio de encuentro va más allá de conocer cómo se está trabajando, qué dificultades hay en los territorios o en los barrios. Buscamos identificar cómo mejorar la calidad del servicio. Por eso, se ha generado que en la casa de algunas parteras haya espacio para atender. A ese lugar le llamamos el nicho tradicional y lo identificamos con los elementos propios de la partería. Adicionalmente, se dan insumos para la siembra y el cultivo de las plantas medicinales y elementos para la transformación de estas mismas plantas en medicina ancestral que se traduce en bebidas ancestrales como la tomaseca, el pipilongo, el gloriado, entre otros. 

Otro ejercicio que nos ha ayudado a reivindicar la labor de la partera negra del Pacífico son los encuentros nacionales e internacionales de parteras tradicionales. Buscamos demostrar y dar confianza a las parteras de que no están solas y que este oficio no está relegado ni es algo que se ha perdido. Por el contrario, estos encuentros nos han demostrado el interés de mujeres jóvenes y personas interesadas en esta práctica y esto ha empoderado y motivado a las parteras mayores en seguir transmitiendo su conocimiento. 

La partería negra del Pacífico se caracteriza porque va muy ligada a su conocimiento sobre las plantas medicinales, no solamente en el tratamiento de la salud o la enfermedad sino también en la soberanía alimentaria.

JM: ¿Cómo se transfiere el conocimiento a mujeres jóvenes?

LQ: Una de las diferencias de Asoparupa con otras organizaciones en el mundo es que nosotras tenemos una comunidad de aprendizaje de partería. Esto quiere decir que las nuevas generaciones, las niñas, las hijas, las nietas de las parteras acompañan en el día a día este estilo de vida, ese estilo de vida que está netamente complementado en partería. La partera suele estar con sus plantas haciendo medicinas, atendiendo a la comunidad. Cuando hablo de comunidad no me refiero solamente a la mujer embarazada o el parto, sino también un acompañamiento a las enfermedades que hacen parte de la identidad negra como el ojo, el espanto, el mal aire.

Entonces, en esa observación y la práctica constante se va transmitiendo el conocimiento. Mientras se cocina, mientras están alrededor de ese fogón también se traduce la mayoría de nuestra medicina ancestral, ahí la partera está transfiriendo su conocimiento. Cuando van a ir a la siembra y están ahí con su viche, el viche se convierte en esa transferencia de pensamiento porque es una ascendencia, asciende la conciencia de la partera y se baja la ancestra y ella es la que comienza a dar su conocimiento, a dar sus secretos. 

JM: ¿Qué otras diferencias tiene Asoparupa frente a otras organizaciones de partería? 

LQ: La partería negra del Pacífico se caracteriza porque va muy ligada a su conocimiento sobre las plantas medicinales, no solamente en el tratamiento de la salud o la enfermedad sino también en la soberanía alimentaria. La partera también identifica esos frutos o esos productos propios del territorio y desde ahí se genera esa asesoría, ese acompañamiento para la buena nutrición desde la vida en el útero de la primera infancia. 

Además de eso, se tiene un conocimiento del cuerpo muy propio y se genera una relación del frío y del caliente en su tratamiento, entendiendo que el frío es cuando hay procesos inflamatorios y la manera de tratarlo es a través del caliente. Entonces, trabajamos, por ejemplo, con los sahumerios, con las bebidas con el bao, con el cobijo. También tenemos un conocimiento muy importante alrededor de la espiritualidad porque a partir de los rituales se mantiene la relación con los ancestros. Algunos de estos rituales son: el chigualo si un niño nace muerto, el arrullo cuando nace vivo o el alabao cuando entierran al adulto. Estos rituales se preservan y mantienen a través de la partería tradicional. 

Por otro lado, reitero la importancia del relevo generacional. La mayoría de parteras en otros lugares tienen la escuela y hacen sus procesos de formación, nosotras no, nuestro proceso es constante. Una partera es la que decide cuando su aprendiz se convierte en partera y aún así sigue siendo aprendiz. En mi caso mi mamá me dio su legado en el 2014, pero mientras ella esté todavía trabajando y esté activa yo sigo siendo su aprendiz cuando estoy con ella. En el momento en que ella no quiera seguir siendo partera yo pasaré a tener su lugar social. En el territorio todo el mundo conoce a las parteras, todo el mundo las identifica, todo el mundo las respeta, ellas son autoridad ancestral, ellas hacen parte de toda la discusión que hay frente al conflicto armado o cuando hay situaciones de violencia intrafamiliar. Ellas tienen esa intimidad y ese poder de adentrarse a una casa y poder intervenir frente a una situación. 

Para mí ser partera es poder preservar la vida, poder contribuir al desarrollo de las comunidades, poder salvaguardar una memoria de las ancestras y, desde luego, es ser parte del milagro de la vida.

JM: ¿Cómo es el acompañamiento de Asoparupa en los momentos claves de la salud reproductiva de una mujer?

Una partera puede atender a muchas mujeres de una misma familia. Entonces, está la connotación de que la abuela le dice a la mamá, o la mamá le dice a su hija que vaya donde la partera. Por esa razón, todo el acompañamiento arranca desde la menstruación. Para nosotras es muy importante que una mujer tenga su ciclo reproductivo saludable, que esté a ritmo, que no tenga inflamación, que no tenga mal olor, que no tenga miomas, que no tenga quistes, que no tenga ninguna enfermedad propia del ciclo reproductivo. Cuando la mujer decide quedar embarazada buscamos que haya un acompañamiento preconcepcional y luego empieza todo el acompañamiento durante el embarazo. La información da poder y eso es lo que damos nosotras las parteras. 

Nosotras queremos que una mujer disfrute su proceso, que disfrute de su sexualidad durante el embarazo, que tenga esa capacidad de adentrar, de invitar a su pareja y por eso es tan fundamental para nosotras que una mujer vaya a los controles prenatales con su pareja. Ella es quien hace su plan de parto, nos interesa saber qué se imagina, qué es lo que sueñan y desde ahí como partera planeamos todo. Para nosotras el parto es una catarsis emocional en donde entendemos que el proceso del dolor conlleva a reafirmar e incluso a sanar. 

También es muy importante el respeto. Por eso, no hacemos mucho el proceso de intervención, no estamos haciendo tactos todo el tiempo. Nos gusta que la mujer sea dueña de su cuerpo, de su dolor y que genere todo para que desde ahí lo sepa aprovechar. En el parto nos encanta que ella pueda parir con su pareja acompañada en esa respiración, que los dos pujen o soplen como tal. Somos partidarias del parto vertical. Después del parto damos tiempo para ese primer apego… somos partidarias de esperar. Todo el manejo de la placenta, de que la mujer tome su placenta, que ella misma haga su medicina con su placenta, la guarde y después la pueda sembrar. Ojalá sea el mismo dueño de su placenta, ese bebé, el que se encargue de sembrarla. 

Nos gusta que la mujer sea dueña de su cuerpo, de su dolor y que genere todo para que desde ahí lo sepa aprovechar

El acompañamiento durante la cuarentena también es muy importante. Con la relación del frío y caliente buscamos que el útero vuelva a su estado y ella también pueda entender que ya es madre y que se reencuentre con esa feminidad, esa sensualidad, esa sexualidad y que el paso a ser mamá no le desdibuje el sentido de ser mujer. En el día cuarenta hacemos rituales ancestrales muy importantes.

JM: El miedo a posibles contagios de COVID-19 ha hecho que muchas mujeres prefieran tener sus partos en casa con parteras. ¿Cómo ha sido ese escenario para ustedes? ¿Qué retos les ha planteado? 

LQ: Esto fue una cosa impresionante, sobre todo porque no tuvimos apoyo del gobierno para tener todos los elementos de bioseguridad. Tuvimos que cerrar la mayoría de los nichos, habilitar uno solo y que las parteras más jóvenes comenzaran a atender. A mí me tocó empezar a atender, me tocó doblarme en turnos para atender y proteger a las mayores hasta que ellas tuvieran los elementos de bioseguridad.  Pero lo más triste y lamentable de este proceso es que murieron siete parteras y todo cambió, se aumentó el servicio. Muchas personas iban de una a la casa de las parteras y las obligaban a que atendieran aún sin tener elementos de bioseguridad. Por otro lado, la violencia se incrementó impresionante. Entonces, ya no se podía salir y era la partera la que estaba ahí dentro del territorio atendiendo. Todo un caos que no termina porque todavía estamos en la crisis.

JM: Respecto a lo último que mencionas, ¿cómo la violencia afecta las labores de partería? 

Por un lado, las parteras no han podido dedicarse más a sus otras actividades para subsistir, pues nosotras no vivimos de la partería. Entonces, no tuvieron más trabajo, por ejemplo, vender su gallina, vender su chontaduro, que es a lo que la mayoría se dedica. Ahora están más en casa y eso hace que estén mucho más expuestas con el tema de las balaceras. La mayoría de personas que atendemos hacen parte de los actores del conflicto. Hubo casos de mujeres que estaban siendo maltratadas por esta gente que llegaba pidiendo apoyo y se volvió un complique porque la partera es la que media y por eso muchas fueron amenazadas. También hubo casos de parteras que no las dejaron salir del barrio: la gente se estaba desplazando por las balaceras y la partera quería salir, pero no la dejaban porque ella era la que estaba ahí atendiendo. 

JM: ¿Tienen alianzas con organizaciones o con hospitales, por ejemplo, para procesos de capacitación?

LQ: Sí, por ejemplo con la Secretaría de Salud el año pasado comenzamos la implementación de la ruta materno perinatal con enfoque diferencial. Con el hospital y la clínica Santa Sofía, que es uno de los principales puntos de atención en Buenaventura, también tenemos articulación. Allí, por ejemplo, podemos llevar a las mujeres si hay un tema de signos de alarma o si hay una emergencia. Finalmente, el hospital también está teniendo conversaciones para abrir una clínica materno perinatal que incluiría la atención como tal. 

JM: Aparte de los encuentros nacionales e internacionales, ¿de qué otra forma se vincula Asoparupa con personas interesadas en la partería de otros territorios? 

LQ: Como actividades tenemos el arrullo que ha sido una de las manifestaciones más bonitas que hemos tenido a nivel comunitario. A esta actividad viene gente de afuera. Además, tenemos paquetes turísticos en donde las personas interesadas vienen y pasan dos o tres días acá y hacemos toda la ruta para mostrar la ciudad [Buenaventura] y cómo es todo el proceso de partería. Hacemos pedagogía ancestral de cómo se atiende el parto, de cómo se atiende a la embarazada, cuál es el trabajo de la partera en las comunidades. Vamos a territorio, enseñamos el nicho tradicional, compartimos gastronomía, hacemos cata de viche, hacemos un ritual. Este paquete ya está disponible y se puede tener más información en el siguiente correo: partera.asoparupa@gmail.com

JM: Finalmente me gustaría que me contaras para ti qué significa ser partera. 
LQ: Para mí ser partera es vivir inmersa en un conjunto de conocimientos, de saberes, de creencias que me dan identidad como mujer negra. Es un mecanismo de habilidades y herramientas de vida que me empoderan como mujer y que reivindican mis propios derechos como mujer. Para mí ser partera es poder preservar la vida, poder contribuir al desarrollo de las comunidades, poder salvaguardar una memoria de las ancestras y, desde luego, es ser parte del milagro de la vida.

Sobre Poder Parir
Especial multimedia que, por medio de nueve historias, refleja cómo se da la violencia obstétrica en Colombia, así como las alternativas que han surgido como forma de contrarrestar este tipo de violencia. Si te interesa contar tu historia y/o aportar a este proyecto escribe a ljuliana.mateus@gmail.com.